Cuidar de un familiar mayor: ¿ha llegado el momento de pensar en una residencia?
Ingresar a un padre o familiar cercano en una residencia es una decisión dolorosa que puede generar un fuerte sentimiento de culpa y tensiones en el núcleo familiar. Puede haber opiniones distintas entre los familiares e incluso sentimientos encontrados dentro de una misma persona y, si finalmente se toma la decisión de trasladar al mayor a una residencia, es frecuente pensar que uno no ha hecho todo lo que estaba en su mano o que no ha actuado como debiera.
No hay que negar las emociones que se sienten en esta situación. Estas emociones son parte de nosotros y pueden ayudarnos en la adaptación al cambio. Lo importante es identificarlas y tratar de manejarlas para evitar que nos controlen.
Generalmente, el cuidador principal se siente en la obligación moral de llegar a las condiciones más extremas de cansancio y estrés o incluso llega a enfermar, antes de atreverse a plantear el tema ante la familia. En estos casos, a la culpa y la tristeza se suma la extenuación, que complica el proceso y amplifica las emociones.
Por eso es importante cuidar de los cuidadores y no permitir que lleguen a situaciones de desbordamiento que serán mucho más difíciles de gestionar. Prevenir es mejor que dejarse arrastrar por los acontecimientos.
En otras ocasiones, el ingreso se produce porque la persona a la que se atiende ha llegado a una situación que el cuidador no puede manejar, bien sea por la dificultad de los cuidados físicos o por la situación mental. Cuando se llega a este punto, surge la duda de si el familiar gozará de mejores atenciones en un centro especializado o si el cariño que recibe en casa suple las deficiencias en el cuidado.
¿Cuál es la mejor manera de cuidar a la persona mayor?
Depende de la situación de cada persona, pero, en líneas generales, cuando el grado de dependencia aumenta, la opción más satisfactoria es el centro residencial. Los cuidados en casa, combinados o no con un centro de día, son una buena opción para personas con autonomía o un grado de dependencia moderado, y una opción excelente para afrontar el agotamiento del cuidador habitual.
Los centros de día pueden ser una buena opción para personas con autonomía o con un grado de dependencia moderado.
Lo ideal es que la sociedad disponga de un amplio grado de opciones para poder aplicar las que mejor convenga en cada caso. Y así, en los últimos años, se han ido imponiendo nuevas fórmulas: centros de día, estancias temporales..., cuyo objetivo es responder a unas necesidades cada vez más variadas.
En definitiva, la decisión de ingresar a una persona en una residencia es casi siempre una de las más difíciles de tomar, debido a las implicaciones emocionales que supone. Por eso es fundamental que nos informemos bien de todas las opciones, que conozcamos las características y servicios que ofrecen los diferentes centros y que planifiquemos el proceso de adaptación.
Pero también es importante que seamos capaces de entender los sentimientos de todos los familiares que forman parte de la toma de decisión y que mostremos sensibilidad y empatía hacia ellos, así como que seamos capaces de expresar nuestros temores y dudas con total sinceridad.
Hay que recordar que no estaremos solos en el proceso: los centros residenciales cuentan con profesionales especializados que comprenden la situación de la familia y del mayor y harán todo lo posible por facilitar el proceso.
Y también hay que ser consciente de que no se trata de una decisión irreversible: si el resultado no es satisfactorio, si el familiar no se adapta o el centro residencial no responde a las expectativas, se podrá cambiar de centro o valorar otras alternativas.